La Batalla de Versalles, celebrada el 28 de noviembre de 1973, fue un evento emblemático que marcó un antes y un después en la historia de la moda. Organizado como una recaudación de fondos para la restauración del Palacio de Versalles, el evento reunió a diez de los más renombrados diseñadores de la época en un enfrentamiento estilístico sin precedentes: cinco representantes de la alta costura francesa y cinco de la emergente moda estadounidense.
Del lado francés, defendiendo el prestigio y la herencia que había consolidado a París como la capital mundial de la moda, se encontraban los gigantes Emanuel Ungaro, Yves Saint Laurent, Pierre Cardin, Hubert de Givenchy y Marc Bohan, en representación de Dior. Cada uno simbolizaba el lujo, la elegancia y la tradición de la alta costura francesa.
Por otro lado, los diseñadores estadounidenses, con un enfoque fresco, innovador y más relajado, incluían a Anne Klein, Bill Blass, Stephen Burrows, Oscar de la Renta y Halston. Estos creativos desafiaron la rigidez de la alta costura con un estilo más moderno, funcional y dinámico, reflejando el espíritu vibrante de la moda americana de los años 70.
El desfile, que se desarrolló como una especie de “confrontación sartorial”, fue un despliegue de opulencia, creatividad y talento. La escenografía majestuosa de Versalles sirvió de telón de fondo para una muestra espectacular de diseños vanguardistas y tradicionales. Sin embargo, fue la audaz y enérgica presentación de los diseñadores estadounidenses la que robó el protagonismo, especialmente por la inclusión de modelos afroamericanas como Pat Cleveland, Alva Chinn y Bethann Hardison, que aportaron un aire de frescura y diversidad a la pasarela, en contraste con el enfoque más clásico de los franceses.
Al final de la noche, los diseñadores estadounidenses fueron aclamados como los ganadores indiscutibles de esta histórica “batalla”, no solo por la prensa, sino también por los asistentes, que quedaron cautivados por su enfoque moderno y rompedor. La Batalla de Versalles no solo celebró el poder de la moda, sino que también consolidó el lugar de la moda estadounidense en el escenario internacional, marcando el inicio de una nueva era en la industria.